jueves, 11 de octubre de 2007

KANKIN

Te imagino cada mañana caminando de prisa por el jardín de tu casa hacia el automóvil, subiendo hijos y mochilas, acomodando tus bolsas cargadas con distintas interpretaciones sobre un mismo tema. Tu gran sonrisa, tus enormes ojos y tu buen corazón seguramente cobijan a tus pequeños mientras conduces, dejas a las primeras en el colegio y te diriges con el mayor hacia el trabajo. Son momentos en los que te preguntas cómo ese pequeñito que con trabajos salió de tu Ser ahora te cuestiona sobre su incipiente libertad, sobre su paradójica necesidad de estar lejos y cerca de ti. Tus ojos se iluminan nuevamente, sabes que te ama, que no rechaza tu cariño y que sus actitudes son solo el reflejo de su necesidad de afirmarse, de estar seguro de que él también puede afrontar la vida. Sabes también que se asusta porque se da cuenta que ama a sus hermanas, pero de momento, no necesita otra cosa mas que sobrevivir para después asumir los cambios en su cuerpo, las angustias de crecer. ¡Que difícil!, ver su transformación y saber que en momentos tendrás que morderte los labios al tiempo que tropieza, acierta, se lastima, se levanta y lucha. No desesperes, él es una rama que crece, se levanta y siguirá la luz hasta llegar a Ser, al igual que tú, un sol que brillará con su propia luz.